Del primero le venía no solo un inmenso conocimiento de la historia, repertorio, técnica y aportación general del piano a la historia de las artes, sino un alto nivel musical. Él no era uno de esos popes de la musicología que malamente leen la clave de fa y que solo pueden seguir una ópera o una sinfonía si la escuchan. Su dominio del lenguaje y de la escritura musical eran de nivel profesional. Su cultura del repertorio tonal, no solo pianístico sino de todos los géneros, era exhaustiva. No es que conociera hasta la obra más desconocida de un autor secundario de cualquier municipio europeo, sino que tenía en mente si se había editado, cuántas ediciones había y quién las había realizado, si existían grabaciones, interpretaciones en vivo, programas radiofónicos, conferencias, congresos, etc.
Antes de que Google existiera, Gérard ya te googleaba mentalmente cualquier término musical, autor y obra, con la ventaja de que no te daba falsas pistas o informaciones erróneas.
La formación como filósofo le había dado no solo la preparación humanística que dan las carreras de letras, sino una capacidad para articular el pensamiento superior a cualquier profesor que yo haya conocido en este tipo de asignaturas. Era una de las personas más minuciosas que he conocido cuando se trataba de vaciar archivos, de repertoriar documentos, y con una particularidad que luego no he vuelto a ver con frecuencia: la capacidad para distinguir qué merecía la pena vaciar y qué no.
En cuanto a la concepción y definición de un tema de investigación se ponía en marcha su mezcla de erudición y creatividad para recomendarte, dentro de cada línea, un ángulo que nadie había visto y tratarlo de la forma más novedosa.
Fue un artesano de la docencia que no hacía alumnos en serie, sino que detectaba la personalidad del alumno y la tallaba con mimo y tranquilidad.
En definitiva, Yves Gérard era un ser humano, un profesor, un musicólogo, que merecía la pena conocer y frecuentar, que se ganaba tu respeto y cariño sin forzarlo, con la misma suavidad con la que el agua horada la piedra. Alguien a quien todos los que conocimos nunca podremos olvidar.