Cuando un escritor francés de origen ruso como Henri Troyat (1911-2007), miembro de la Academia Francesa, se inclina sobre la correspondencia de un músico como Tchaikovsky solo puede surgir un libro que no puedes dejar, aunque sea la tercera vez que lo lees... La Baronne et le Musicien narra la relación entre Nadejda von Meck y Tchaikovsky. Tras la muerte de sus esposo, y con la mayoría de sus hijos ya criados, la Baronesa se siente desorientada. Solo las horas que pasa al piano parecen consolarla. Acostumbrada ya en su vida conyugal a frecuentar teatros y salas de conciertos, como a proteger a artistas, asiste a un concierto que dirige alguien que ella conoce de sobra, Nicolas Rubinstein, y donde, entre otras obras, se interpreta el poema sinfónico La Tempestad de Tchaikovsky. Fascinada desde los primeros compases descubre una nueva razón de vivir: conocer, estudiar, inspirar y proteger a Piotr Ilich. Le encarga la transcripción de ciertas obras para piano, un trabajo pagado y fácil para el compositor, que lo realiza en un abrir y cerrar de ojos. A partir de esos primeros contactos epistolares, la Baronesa y el músico se convierten en inseparables durante 14 años, aunque nunca llegarán a verse. A Piotr Ilich le despierta tanta confianza que le pide que salde todas sus deudas para ir pagándoselas a ella y no a sus acreedores. Cuando ella acepta sin dudarlo, le escribe
«Gracias a usted, podré comenzar a llevar una vida más tranquila y eso debería reflejarse positivamente en mis actividades musicales».
Ella irá aún más lejos y el 12 de febrero de 1878 le declara:
«Voy a encargarme de todos los aspectos de su vida. Ya esté en el extranjero, en Rusia, en Moscú, mi solicitud durará tal y como es actualmente».
Se convertirá en la perfecta interlocutora para dialogar, aunque sea por carta, de música, composiciones, obras, ya que a ella no le falta cultura y gusto musical. Además será la destinataria de la narración vital del compositor. A ella le cuenta no solo qué compone o por qué, sino su decisión de casarse con una mujer a la que no ama y hasta qué punto la vida a su lado se le hace insoportable.Probablemente sin ella hoy no tendríamos una parte del catálogo del compositor y sobre todo tanta información sobre su vida y sus opiniones en materia de literatura, historia, religión y arte.
El final de la relación es confuso y, fiel a la correspondencia, Troyat no lo aclara. Cuando ella enferma de tuberculosis y se arruina le escribe para decirle que no podrá seguir asegurando la renta mensual. Se conserva una carta del compositor que parece implicar que ella no quiere o puede seguir manteniendo la relación epistolar de amistad.
«Lo que yo deseaba por encima de todo es que nada cambiara en mi relación con ella ahora que ha suprimido mi renta. Desgraciadamente, parece que eso está fuera de lugar, pues Nadedja se ha enfriado por completo con respecto a mí. En consecuencia he dejado de escribirla y todo lazo se ha roto entre nosotros en cuanto el dinero ha dejado de llegarme. [...] yo pensaba que era imposible que la enfermedad, las angustias o las preocupaciones financieras hayan podido alterar hasta ese punto lo que ella me expresaba...».
Dolor de Tchaikovsky, quien al mismo tiempo tiene miedo de confesar su tormento a su mecenas y que su carta le provoque a ella un sufrimiento suplementario, y seguramente dolor de Nadedja que sufre por no poder seguir subvencionando al compositor y por cómo crecen los rumores sobre la homosexualidad del compositor, algo que probablemente ella sabría o habría podido intuir tras una correspondencia tan íntima de 14 años. Pero en 1893 ser acusado públicamente de homosexualidad significaba la condena social y penal... y, de hecho, se cuestiona si la muerte del compositor fue producida por la epidemia del cólera o si fue un suicido ante el inminente escándalo público que le esperaba. Fuera como fuera, ella no sobrevivió mucho más y tres meses después también fallecía.
El libro de Troyat, apoyándose en la correspondencia del compositor y la Baronesa, reconstruye la relación entre estas dos personalidades fuera de lo común. Es posible que Troyat ilumine unos trazos concretos de ambos perfiles y de la relación, pero las cartas entre ambos no mienten. Al final, este libro narra uno de los capítulos más apasionantes del mecenazgo musical decimonónico basado tanto en la capacidad visionaria de los mecenas para detectar el talento y el genio como en la fe y el afecto real, aunque fuera platónico, por sus protegidos.