Plan de estudio para iniciación instrumental

Cuando se comienza el aprendizaje de un instrumento musical dentro del circuito de la música clásica suelen tener entre 30 y 60 minutos de clase de su instrumento semanal. Es poco tiempo para que los profesores puedan transmitir las bases del instrumento, las particularidades de las piezas que vayan a interpretar y la pedagogía del estudio. Así que, por pura jerarquía, se suelen centrar en la técnica del instrumento y las piezas; pero luego la persona que está intentando familiarizarse con su nuevo instrumento se ve solo en casa teniendo que aplicar lo aprendido y hacerlo bien, es decir, pudiendo conseguir que, para la siguiente clase, haya resultados.
La música clásica no es como otras materias. Requiere un trabajo neuronal enorme y a muchos niveles, a la velocidad que esté marcada en el inicio de la pieza, que, incluso si es lenta, resultará muy rápida cuando uno se está iniciando: 

  1. Los ojos que leen la música, en un lenguaje diferente al que se utiliza para comunicarse en el día a día, un lenguaje con miles de signos: las notas, las figuras, los matices, los signos de articulación y un larguísimo etcétera; 
  2. Los oídos que tienen que valorar en nanosegundos si el sonido que se acaba de producir corresponde o no a lo que se ha leído y, si no es el caso, corregirlo;
  3. La respiración, de forma evidente, en todos los instrumentos de viento o en el canto, y también -aunque no se perciba tanto- en todos los demás, porque sin un buen fraseo la misma melodía no sonará bien; 
  4. El cuerpo, desde los dedos, muñeca, brazos, hombros, cabeza, hasta los pies... dependiendo de cuál sea el instrumento. 
  5. La memoria, que es la base de cualquier músico. En el fondo, aunque tengas la partitura delante, tu cerebro sabe lo que va en el siguiente compás. Sabe qué órdenes debe enviar, como cuando te entra polen en la nariz y estornudas. 

Es muy importante organizar el estudio para conseguir resultados, porque, cuanto menos eficiente sea el trabajo semanal más se tardará en dominar los parámetros y será mucho más fácil sentirse frustrado ante las piezas. ¿Cómo organizarlo?

Lo primero es valorar qué tiempo semanal podrá dedicarse al instrumento, sin contar la clase. Es fundamental que sea lo más continuo posible: por ejemplo, si se dispone de tres horas semanales, los resultados no serán los mismos si se distribuyen en dos sesiones de una y media, que en seis sesiones de 30 minutos, tanto por la capacidad de concentración como por la frescura muscular. 

Si contamos, por ejemplo, con sesiones de 30', sean seis, cinco o cuatro se pueden distribuir de la siguiente manera:

  • 2 sesiones semanales en que prime el trabajo técnico o de la última/s pieza/s. Se pueden plantear dos o tres bloques de 15' o de 10' respectivamente, con pequeños descansos entre ellos, lo justo para no desconectarse. Y 5' al final para tocar algo mucho más fácil para terminar la sesión de forma más relajada.
  • 2 sesiones semanales en que los dos bloques de 15' no sean ambos del trabajo más complejo, sino que solo lo sea uno y el otro bloque se dedique, por ejemplo, a repasar piezas que, en su momento, también costaron pero que, al ir avanzando, van a resultar mucho más sencillas que la actual.
  • 1 día en que todo el tiempo se dedique a tocar piezas: las pasadas, lo que se pueda de las que se está  y cualquier otra que sea del gusto del alumno.
Recapitulando, si se pueden hacer seis sesiones pues se intercalarán las dos más duras entre las que son más ligeras. Si se pueden hacer cinco o solo cuatro se intentará mantener las dos más difíciles y combinar una del segundo apartado con la del tercero. 

Las sesiones de técnica

La técnica lo es todo en el aprendizaje del instrumento. Se puede estudiar en ejercicios específicos o en piezas que vayan presentando de forma progresiva las mismas dificultades. Los profesores siempre van a proponer escalones técnicos superiores al último y, por tanto, siempre van a resultar más incómodos que lo anterior. Incluso si se consiguiera dominar a la primera, los profesores van a exigir más perfección en la forma de tocarlo, con lo cual, sí o sí, en el aprendizaje de un instrumento en el circuito de la música clásica no hay semana sin salir de la zona de confort, sin experimentar impotencia y frustración. Es justamente ese trabajo de hormiga, laborioso y minucioso el que permite que un día, como por arte de magia, se llegue a tocar con naturalidad y facilidad lo que hace un tiempo parecía imposible. La magia ha sido el proceso cerebral por el cual ojos, oído, respiración y cuerpo han podido asimilar todos y cada uno de los elementos. Cada órgano que interviene en la producción de esa pieza ha memorizado lo que tiene que hacer.

Por eso, para resolver cualquier dificultad instrumental cuando "no sale" se desglosan los elementos. Si me cuesta tocar una frase de ocho compases no voy a seguir intentando tocar los ocho compases y haciéndolo mal, sino que me conformaré con tocar dos y trabajar esos dos hasta que me salgan mejor. Después los dos siguientes. Después los dos primeros y los dos siguientes, etc. 

Es esencial comprender que, en el estudio de la técnica, en ese proceso de ir dominando el lenguaje musical y a la vez el instrumento, cuanta mayor sea la atención y la concentración más rápidos y mejores serán los resultados. 

La paciencia

Si en algo te adiestra la música clásica es en la paciencia. Hasta los grandes genios de la Historia de la Música han pasado cientos de hora trabajando sus composiciones o las obras que iban a interpretar. Las han podido trabajar en la cabeza, mientras daban un paseo, o con la partitura o en el instrumento, pero han dedicado mucho tiempo. Constancia, regularidad y atención al principio en esas sesiones de trabajo de media hora y, después, con varias horas a diario. 

¿Compensa? Sí. Siempre. Tocar una pieza de piano de Chopin, el inicio de un capricho de Paganini y tantas páginas tan hermosas de música compensa con creces los momentos de estudio y de austeridad. La sensación de poder entrar en ese lenguaje tan hermético que es la música y sacar sonidos tan bonitos de un instrumento o de la voz, expresar tantos sentimientos a través de las obras musicales y, ¡además! compartirlo con otras personas y hacerles sentir es un verdadero privilegio. 

Así que ¡A estudiar!