En
el Museo Lázaro Galdiano, situado en la madrileña calle de Serrano, podemos
contemplar el famosísimo cuadro de Zacarías González Veláquez en el que pintó a
su hija Manuela tocando el piano y mirando al pintor. Este óleo ha servido en
muchas ocasiones tanto para ilustrar la pintura neoclásica como para encarnar el
piano romántico en España. También se conserva una réplica del famoso Violinista
en la ventana del pintor de la escuela holandesa del siglo XVII Gérard Dou.
No son estos los únicos cuadros ni los únicos indicios de la presencia de la música
en el Lázaro Galdiano. Sólo con consultar la base de datos (en http://www.flg.es/) descubrimos más de cincuenta
objetos relacionados con la música de muy diversa índole: cerámica, muebles,
curiosidades como tinteros o relojes; una importante colección de abanicos, y
por supuesto, estampas, retablos y cuadros. La cronología del conjunto es
impresionante, pues abarca obras desde el siglo V antes de Cristo hasta el
siglo XX.
Para los amantes de la Antigüedad grecorromana,
recomendamos dos piezas, dignas de admiración, que están entre las más antiguas:
una hermosa crátera campaniforme griega en la que podemos ver una figura masculina
con una lira del siglo V antes de Cristo; y una estatuilla en bronce y oro,
también de procedencia griega y del siglo III antes de Cristo, que representa a
un muchacho tocando un doble aulos (5284 y 2074 respectivamente[i]).
Dentro de las colecciones relacionadas
con la música hay dos muy distintas. La primera es una buena muestra del
mobiliario francés del siglo XVIII, en especial de las maderas y tapicerías de
Beauvais. En el Museo se conservan sillas y sofás adornados con motivos y
emblemas musicales. La segunda es la colección de abanicos, también en parte de
procedencia francesa, y muchos de ellos con varillaje en marfil o concha de
gran delicadeza, con representaciones musicales reales o imaginarias muy
variadas: desde escenas campestres con personajes reales tocando instrumentos
(4330), hasta escenas mitológicas como la Alegoría
de las Ciencias y de las Artes (4346), pasando por los personajes de la
Comedia Italiana (4332). Una pieza importante de la colección es el llamado Abanico Farnesio, tal vez pintado por
Doña Isabel de Farnesio, y con instrumentos que acompañan una alegoría de
Júpiter y Venus (323).
Desde el punto de vista
iconográfico, la colección de estampas es impresionante: por ejemplo, las que
representan grupos de músicos (10812, 11283 y 284), la de Poetas y músicos, en
la que Rossini y Boildieu comparten espacio con Homero y Molière (11104), y dos
estampas de Rembrandt Harmensz van Rijnde muy distintas entre sí: Músicos ante el portal de Belén y Los siete ángeles con trompetas de la serie
del Apocalipsis (12181 y 10780 respectivamente).
Los amorcillos músicos inundan el Museo
y aparecen en todo tipo de objetos, pintados, grabados, bordados y esculpidos.
La versión cristiana, es decir los ángeles músicos, está igualmente presente, por
ejemplo en la curiosa capilla abridera en madera de boj del siglo XV (2975) o
en los numerosos cuadros y retablos religiosos, como el tríptico de La
Virgen con el niño de Juan de Sevilla del siglo XV (2798). Además de los
ángeles ornando escenas de la Natividad merecen atención los que aparecen
tocando las trompetas del juicio final en las escenas relacionadas con el
Apocalipsis, como los de la estampa citada más arriba o los del bellísimo
tríptico en marfil y hueso francés del siglo XIV (330).
Dentro de las curiosidades hay realmente
mucho donde elegir: el tintero y portaplumas de bronce y porcelana que combina figuras
musicales con cisnes (7869), el plato en forma de cuenco de cerámica azul del
siglo XVI (1306) o la medalla en plata del siglo XX, en el que San Gregorio y
Santa Cecilia rodean a una virgen sentada, sobre una inscripción que dice “IV
Congreso de Música Sacra de Vitoria” (5470), entre otros. Pero nuestros
preferidos son el taburete de piano en madera de caoba (8303), la medalla de
plata de Coudray de finales del XIX dedicada a Orfeo, quien aparece con la lira
en la mano en el anverso (5355), y el reloj suizo del siglo XIX en forma de
lira, en oro y con un reborde de perlas (746) que se encuentra en la vitrina de
la Sala XIX.
Para acabar, y ya fijándose bien, comprobamos que la música
también aparece representada en miniatura, y así lo prueba una cajita de madera
y concha redonda de unos dos centímetros de diámetro. En la tapa vemos una
escena de interior en la que una joven toca un clave o piano y en el suelo
reposan un laúd, una trompa y unas partituras (7882).
La conclusión de este breve paseo por los fondos
relacionados con la música del Museo Lázaro Galdiano es que con frecuencia nos
sentimos fascinados por la iconografía musical de los museos extranjeros y
olvidamos que algunas salas de muchos museos españoles poseen un material de primera
categoría, que puede y merece ser estudiados desde el ángulo puramente musical.
[i] Entre paréntesis hemos
anotado el número de cada pieza para que el lector pueda encontrarlo con
facilidad tanto en los catálogos como en la base de datos citada.
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